jueves, 2 de agosto de 2012

La Guerra Fría alcanza al Cafe Society


Anoche al llegar al Café Society me encontré con una atmósfera extraña, cara de preocupación en Herni y Sam.

Cuando Herni me trajo mi bourbon a la mesa le pregunté qué ocurría: “Barney nos ha dicho que su hermano León ha sido llamado por el HUAC, y está muy preocupado por las repercusiones que eso está teniendo para él y que ya han comenzado a reflejarse en la prensa”.

Y quién narices es el HUAC, pregunté de nuevo a Herni: “El HUAC es el Comité de la Cámara de Actividades Antiamericanas. Barney podrá darte más detalle del asunto. Me ha dicho que le avise en cuanto llegarás”.

Mientras esperaba a Barney, me entretuve, como el resto del público, muy numeroso esta noche, en escuchar a Helen Forrest y su Takin 'A Chance on Love, de Vernon Duke. ¡Fantástica!.

Barney no tenía muy buen aspecto que digamos cuando le vi dirigirse a mi mesa. Se sentó y Sam le sirvió un martini

Barney Josephson y yo nos conocimos hace bastante tiempo en el Cotton Club de Harlem. Eso debió ser alrededor de 1931 ó 1932. Ambos éramos y somos unos grandes aficionados al jazz y a las big band . Barney fundo el Cafe Society en 1938, y desde entonces soy cliente suyo. Luego, dos años después creó el Café Society Uptown, que también frecuento con cierta asiduidad.

Según me cuenta resulta que su hermano León, abogado, quien además trabaja para la organización Defensa Internacional del Trabajo, se ha negado en rotundo a declarar ante la Cámara de Actividades Antiamericanas, y como resultado de ello ha sido encarcelado por desacato. Si esto ya es malo, me asegura, ahora la prensa dice que el Café Society es un refugio de comunistas.

¿Qué te parece? ¡Un refugio de comunistas!. Esto lo único que es un club en el que blancos y negros trabajamos juntos por la música. Y eso les molesta a medios conservadores y sus voceros, esos periodista republicanos y últraconservadores que ven comunistas en todas partes.

Barney estaba francamente alterado. Es cierto que el Cafe Society es un lugar frecuentado por la intelectualidad neoyorquina favorable a la integración de la sociedad segregada, y que se han hecho recolectas y actos políticos para tales fines. Ahora tachar al Café de lugar de reunión y financiación de actividades comunistas, eso era una vileza.

Barney estaba seguro que los ataques a su establecimiento eran una maniobra orquestada por Clare Soothe Luce y sus poderosos amigos en venganza por haber puesto a su establecimiento el nombre que ellos utilizaban - café society - para referirse a los habituales asistentes a los club más exclusivos de New York, como el Morocco, Stork Club y el Club 21. "El encarcelamiento de mi hermano ha sido la coartada perfecta", me aseguró.

Clare Soothe Luce, convencida de la necesidad de mantener la segregación racial es la mujer de Henry Luce, el furibundo anticomunista propietario de Time, Life y Fortune.

Así que Barney estaba seguro que a partir de ahora no tendría más que problemas. De hecho, me aseguró, ya había comenzado a notar cierta caída en los ingresos de su negocio, especialmente en el Café Society Uptown.

Hacia ya un buen rato que Natalie se nos había unido y escuchaba atentamente las explicaciones del dueño del Café Society. Herni la sirvió en martini, y en el escenario comenzaba a actuar una de las tres o cuatro cantantes que más aprecio por su calidad interpretativa, y por su belleza. Ella es Edythe Wrigh,

Comenzó con The Lady is a Tramp y Destello de Estrella, y antes de continuar se acercó a la mesa donde estábamos Barney, Natalie y yo para saludarnos. La dije que no se olvidara de cantar You Don't Know How Much You Can Suffer si no me enfadaría con ella. Me sonrió y acercándoseme me susurro algunas frases al oído que no voy a revelar. Luego me dió un fugaz beso en la boca y se dirigió al escenario contorneando sus espléndidas y deseables caderas. Natalie ni se inmutó, sabía que esa noche me tendría para ella sola.

Después de enterarme de todo esto supuse que las cosas no le marcharían bien a Barney, y a mi tampoco, claro. Yo no compartó ni una sola idea de los bárbaros comunistas, pero tampoco estoy dispuesto a renunciar a relacionarme con quien me apetezca libremente, como he hecho hasta ahora. 

Todo hace presagiar que la Guerra Fría, con tintes racistas, ha alcanzado al Café Society.

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