viernes, 3 de agosto de 2012

La mancha


Hace unos días cayó sobre mí una mancha. Una mancha difícil de borrar. Hay manchas en tu vida que caen sobre tu expediente militar, académico, familia o sobre tu trabajo artístico, literario... Hay manchas también en la conciencia, otras más llevaderas en el traje, el abrigo o el sombrero. Hay manchas en la piel y en la ropa interior. Las manchas son como puede verse algo extraordinariamente cotidiano, y, por eso apenas las prestamos atención, so pena de que uno padezca de misofobia.

Por lo demás, he de explicar que nunca me han importado las manchas que pudiera tener salvo las de conciencia. A todas las demás que me hayan podido poner o caer es necesario ahora sumar una más; una encargada de martirizar a uno de mis ojos.

El doctor Wilkinson, del que ya les he hablado, me ha dicho muy serio que eso no tiene fácil solución. Es necesario pasar por el quirófano. Y no es una intervención sencilla, me aclara,

Para quitarme toda posible esperanza de salvación, me dice que debo ir haciéndome a la idea de que probablemente pierda la vista del ojo afectado. A no ser, enfatiza, que me ponga de inmediato en manos de un especialista de ojos.

Sin quebranto de mi desánimo, Wilk me recomienda visitar a un oftalmólogo amigo suyo que trabaja en el Hospital Monte Sinai, aquí en Manhattan. Wil hablará hoy mismo con él para que me reciba de inmediato. De hecho en este momento me encuentro en el Cafe Society esperando a Wil.

Aquí la espera no se hace larga. Estoy entre amigos y buen bourbon, y esta noche tengo conmigo a Kay Starr, vieja amiga y maravillosa cantante. Hace una interpretación de You Were Only Foolong asombrosa, y una no menos sensacional versión de StormyWeather.

Le pido a Herni mi tercer boubon con hielo, y por el rabillo del ojo veo el contorneo de Maxine aproximándose a mi mesa. Su única mancha es haber conocido a un tipo como yo y haberse acostado con él. En lo más profundo de mi espero que esa mancha suya perdure por largo tiempo. Mi temor es serio y está acreditado. No se si les he dicho que Maxine es la propietaria de una lavandería, aquí en Manhattan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario