Vlady
me comentaba en el Café Society que se había vuelto loca buscando por todo Manhattan y más allá, en
Harlem,
Brooklyn
y
Queens,
“unas
jodidas medias de nylon o de seda”; así me lo dijo: “unas
jodidas medias de nylon o de seda”.
La
observe extrañado. Ella nunca dice palabras feas. Algo ha debido
sucederle para que rompa esa costumbre. No la dije
nada porque vi en la expresión de su cara que no había terminado
aún de hablar. Tan solo le hice una seña para que esperara un
instante mientras pedía a Herni dos güisquis con hielo. Luego la
mire a los ojos y adopte una postura de espera, de estar atento y
dispuesto a escuchar todo lo que tuviera que echar por su hermosa,
grande, sugerente y abrasadora boca. Por supuesto que no osaría interrumpirla. Ni
por asomo se me ocurriría tal cosa.
“No
he sido capaz de encontrar en todo New York unas medias ni de nylon
ni de seda. ¿Qué te parece? ¡Eh! ¿Qué te parece? Ni una solo. Me
han dicho que la guerra tiene la culpa. Que el nylon y la seda lo
necesitan para otras cosas no para confeccionar medias. ¿Que te
parece? ¿Cómo mierda pretende el Gobierno que vayamos con las
piernas al aíre, desnudas en invierno? No me parecería mal que
hubiese escasez por necesidades de la guerra, pero de ahí a que no
haya ni un par de medias en todo el país, es imperdonable”.
Me
pareció que después de decir todo esto, de desahogarse conmigo,
empezó a tranquilizarse, a hablar más pausadamente, menos
enfurecida. Creo que ahora me va a decir cuál ha sido la solución
que finalmente ha encontrado. Vlady es así. Primero te cuenta la
desgracia y después la solución. Si no la ha encontrado, en ese
caso no te cuenta nada. Calló durante un rato mientras daba caladas
seguidas a su cigarrillo y bebía a pequeños sorbos su boubon.
Pasado
un rato, Vlady suspiró y se dispuso a contarme el resto, la
solución, en tanto que en el escenario sonaba You'reGetting to Be a Habit with Me interpretada
por Paggy Lee.
“¿Sabes
qué? Que una amiga me habló la semana pasada, cuando la conté lo
que me pasaba con las medias, que ella había pasado por lo mismo,
pero que ahora utilizaba un producto que, aunque te parezca mentira
-me dijo-, es como llevar medias, pero sin medias. Lo más
sorprendente es que es un producto que se da en las piernas; que se
aplica como si fuese una crema. ¿Entiendes? ¿Me estás escuchando?”
Dije que por supuesto estaba escuchándola. Y es cierto, no estaba perdiéndome detalle de sus historia: no todos los días me
entero de que mi chica lleva medias sin llevar medias.
“El
producto se llama Velva
Leg Film,
de Elizabeth Arden, y lo hay en dos tonos: Sun
Beige
y Sun
Bronze.
Fíjate que con una botella de un dólar tengo para 20 aplicaciones,
el equivalente de 20 pares de medias. Es muy resistente, no se forman
carreras, ni se saltan puntos, tampoco se borran y puede quitarse
simplemente con agua y jabón. Y lo mejor de todo, el maquillaje deja
la superficie de las piernas lisa y suave; parece que llevas medias
de seda de la mejor clase”.
La
verdad es que me alegré por ella. Sin embargo me entristecí algo
por mi: nunca hubiese pensado que para irme a la cama con Vlady
tuviera que lavarle antes las piernas. Me dije que esa circunstancia
asociada al güisqui mermaría bastante mi virilidad. En lugar de
medias colgando del picaporte de la puerta de la habitación o a los
pies de la cama, ahora me encontraría con un jodido sucedáneo en
forma de fría y muda botella sobre el tocador. En fin solo me
quedaba maldecir la guerra y esperar que acabara pronto.
Me
di cuenta que yo también estaba molesto como Vlady con el Gobierno,
pero por motivos bastante diferentes. Fijé mi pensamiento en la
flacidez de mi entrepierna, suspire resignadamente y decidí pedirle
otro boubon
a Herni. En ese momento Peggy Leer tocaba Black Coffee.
La melancolía invadió mi cuerpo. Y me pregunté si esta noche sería
capaz...
No hay comentarios:
Publicar un comentario