miércoles, 21 de marzo de 2012

Huguette con muñecas


La historia que narro ocurrió aquí en Manhattan, en uno de los lugares más selector y exclusivos de la Big Apple, estuvo protagonizada por una multimillonaria, y me lo contaron una noche en el Café Society hace algún tiempo. Entonces no le di mayor importancia: eran cosas de millonarios, que solo les pasa a ellos, pensé. Ahora sin embargo, parece que existe una gran disputa en torno al destino futuro de la fortuna de la protagonista de esta historia. Tanto que ha llegado hasta los juzgados y según el New York Times hay hasta una investigación abierta.

No era muy tarde cuando aquel día una persona a la que no había visto nunca ocupó la mesa contigua a la mía. Vestía con esmero y elegancia, sus modales eran refinados. Medía sus movimientos con extremo cuidado y sin precipitación y, lo más llamativo, miraba con avidez todo lo que le rodeaba, daba la impresión, que después confirmé, que era la primera vez que entraba en un lugar como el Café Society.

Le pregunté eso mismo, y el tipo me miró con simpatía y dijo que efectivamente era la primera vez que entraba, no en este Café, sino en establecimientos así, aseguró. Luego sonrió a modo de disculpa. Se llamaba Suzanne Pierre y era empleado: sirviente, dijo. Le tendí la mano al tiempo que me presentaba. Él me preguntó si yo era un asiduo cliente del local y a qué me dedicaba. A lo primero contesté que sí y a lo segundo que era escritor. Vi cómo se le iluminaba la cara al escuchar de mis labios que era escritor. Entonces arrastró su silla hasta situarla junto a la mía y comentarme que estaba interesado en dar a conocer una historia de la que muy pocos tenían noticia y que a él le parecía podía interesarme. Además la persona de la que quería hablar era muy amiga suya.

Pedí a Herni dos boubon con hielo. Él me dijo que no estaba acostumbrado a beber, pero que en esta ocasión haría una excepción, y agradeció mi invitación.

Había oído hablar de Huguette Marcela Clark. En realidad de la familia Clark. El padre, William Andrews Clark, fallecido hace tiempo, en 1925, había sido senador e industrial: estuvo dedicado a la minería del cobre y el ferrocarril.

Huguette a la edad de 23 años compaginaba la música y la pintura (expuso algunas de sus creaciones en la Corcoran Gallery of Art) con sus frecuentes salidas a fiestas en los hoteles Pierrre y Plaza. A los 22 años era una joven millonaria que frecuentemente aparecía en las páginas de sociedad de los periódicos, y resultaba un partido magnífico para cualquier joven de la alta sociedad neoyorquina.

Pensé que ese tipo de mujer le estaba vedado a un muerto de hambre, como era mi caso. Aunque si he de ser sincero mis aspiraciones eran distintas a la que eso jóvenes refinados pudieran tener. A mi en realidad me gustaban todas las mujeres, no una solo, el bourbon y la literatura. Por lo demás estaba convencido de que, acostumbrado a visitar garitos inmundos, bares, y club, difícilmente sabría comportarme en esos lugares tan selectos y refinados a los que acudía Huguette, sus hermanos y amigos. Esta gente mira mucho las formas, las manera de estar y comportarse.

La cuestión es que la jovencísima Huguette conoció en 1928 a un joven estudiante de Derecho, hijo de un socio de su padre, llamado William MacDonald Gower, que le propuso matrimonio. Se casaron en Santa Bárbara, California. Nueve meses después se separaron y en 1930 llego el divorcio. Huguette alego abandono de hogar y el desgraciado de William que el matrimonio no se había consumado. Valiente necio e impotente

Justamente en la puerta de los juzgados, en Reno, Nevada, es donde dio comienzo la verdadera historia de Huguette Clark. Ese día, tras firmar el divorcio fue fotografiada por última vez. Al año siguiente se rumoreo que podría existir un compromiso con el duque de Leinster, pero el asunto quedo en eso: un rumor. Poco después se supo que el tipo ese, aristócrata, era un vividor, estaba en la ruina y para salvar los muebles buscaba una rica heredera en las Américas. Finalmente no pudo dar el soñado braguetazo. La heredera de la segunda mayor fortuna del país volvió a sufrir una tremenda desilusión amorosa.

En esta época ya vivía en una mansión en el 962 Fifth Avenue. cercana a un apartamento en el duodécimo piso del 907 Fifth Avenue. Posteriormente compró la octava planta del edificio Y es a partir de aquí, me dice mi confidente, cuando se borra el rastro de nuestra protagonista. No se ha vuelto a saber nada de ella. Solo ha trascendido que desde sus fracasos amoroso y el grado de desconfianza adquirida hacía su entorno vive aislada y el tiempo lo dedica a las muñecas, en las que tiene invertidos una enorme fortuna. Sus empleadas mantenían perfectamente plachados los vestidnos de estas muñecas. Es, según Suzanne Pierre la pasión de Huguette.

Pienso que de haber pasado siquiera una noche por el Café Society, tal vez su vida hubiese cambiado para bien, y ahora sería una mujer quizá menos rica o igual, pero, desde luego, mucho más feliz. Y es que los impotentes, vividores y las muñecas, aunque estas no son culpables de nada, no son lo más idóneo para la conseguir la felicidad de las mujeres.

Caminando por entre sus sombras Suzanne Pierre (a quién le han diagnosticado, según ha explicado, una enfermedad a la que llaman Alzheimer), me dice que Huguette ahora vive en los hospitales de Nueva York, no por problemas de salud, sino por desconfianza hacía su familia y otras personas. Piensa de ellas que el único interés que les mueve es sacarle dinero. La he estado visitando con bastante frecuencia en el Mount Sinai Hospital, y no hace tanto en el Centro Médico Beth Israel.

Este tipo tan elegante, cortes y educado estaba en el Café Society perdido y hablando con un extraño. Pasada la medianoche le acompañe a su casa. Cuando abandonamos el local Julio London cantaba Perfidia. Suzanne Pierre vive en el 907 de la Quinta Avenida. Ahí nos despedimos. Algo nostálgico me fui en busca de Maxine. 
Cuando desperté esta mañana sentí su cuerpo desnudo a mi lado.Busqué la humedad de su entrepierna y entonces ella se estremeció mientras ponía en tensión todos sus músculos y dejaba que me deslizara sobre su vientre. Hoy se ha tomado el día libre.

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