La
historia que narro ocurrió aquí en Manhattan, en uno de los
lugares más selector y exclusivos de la Big
Apple,
estuvo protagonizada por una multimillonaria, y me lo contaron una
noche en el Café Society hace algún tiempo.
Entonces no le di mayor importancia: eran cosas de millonarios, que
solo les pasa a ellos, pensé. Ahora sin embargo, parece que existe
una gran disputa en torno al destino futuro de la fortuna de la
protagonista de esta historia. Tanto que ha llegado hasta los
juzgados y según el New York Times hay hasta una investigación
abierta.
No
era muy tarde cuando aquel día una persona a la que no había visto
nunca ocupó la mesa contigua a la mía. Vestía con esmero y
elegancia, sus modales eran refinados. Medía sus movimientos con
extremo cuidado y sin precipitación y, lo más llamativo, miraba con
avidez todo lo que le rodeaba, daba la impresión, que después
confirmé, que era la primera vez que entraba en un lugar como el
Café Society.
Le
pregunté eso mismo, y el tipo me
miró con simpatía y dijo que efectivamente era la primera vez que
entraba, no en este Café, sino en establecimientos así,
aseguró. Luego sonrió a modo de disculpa. Se llamaba Suzanne
Pierre y era empleado: sirviente, dijo. Le tendí la mano al tiempo
que me presentaba. Él me preguntó si yo era un asiduo cliente del
local y a qué me dedicaba. A lo primero contesté que sí y a lo
segundo que era escritor. Vi cómo se le iluminaba la cara al
escuchar de mis labios que era escritor. Entonces arrastró su silla
hasta situarla junto a la mía y comentarme que estaba interesado en dar
a conocer una historia de la que muy pocos tenían noticia y que a él
le parecía podía interesarme. Además la persona de la que quería
hablar era muy amiga suya.
Pedí
a Herni dos boubon con hielo. Él me dijo que no estaba acostumbrado
a beber, pero que en esta ocasión haría una excepción, y agradeció
mi invitación.
Había
oído hablar de Huguette Marcela Clark. En realidad de la familia
Clark. El padre, William
Andrews Clark, fallecido hace tiempo, en
1925, había sido senador e industrial: estuvo dedicado a la minería
del cobre y el ferrocarril.
Huguette
a la edad de 23 años compaginaba la música y la pintura (expuso
algunas de sus creaciones en la Corcoran
Gallery of Art)
con sus frecuentes salidas a fiestas en los hoteles Pierrre y Plaza.
A los 22 años era una joven millonaria que frecuentemente aparecía
en las páginas de sociedad de los periódicos, y resultaba un
partido magnífico para cualquier joven de la alta sociedad
neoyorquina.
Pensé
que ese tipo de mujer le estaba vedado a un muerto de hambre, como
era mi caso. Aunque si he de ser sincero mis aspiraciones eran
distintas a la que eso jóvenes refinados pudieran tener. A mi en
realidad me gustaban todas las mujeres, no una solo, el bourbon y la
literatura. Por lo demás estaba convencido de que, acostumbrado a
visitar garitos inmundos, bares, y club, difícilmente sabría
comportarme en esos lugares tan selectos y refinados a los que acudía
Huguette, sus hermanos y amigos. Esta gente mira mucho las formas,
las manera de estar y comportarse.
La
cuestión es que la jovencísima Huguette conoció en 1928 a un joven
estudiante de Derecho, hijo de un socio de su padre, llamado William
MacDonald Gower, que le propuso matrimonio. Se
casaron en Santa Bárbara, California. Nueve meses después se
separaron y en 1930 llego el divorcio. Huguette alego abandono de
hogar y el desgraciado de William
que el matrimonio no se había consumado.
Valiente necio e impotente
Justamente
en la puerta de los juzgados, en Reno, Nevada, es donde dio comienzo
la verdadera historia de Huguette Clark. Ese día, tras firmar el
divorcio fue fotografiada por última vez. Al año siguiente se
rumoreo que podría existir un compromiso con el duque de Leinster,
pero el asunto quedo en eso: un rumor. Poco después se supo que el
tipo ese, aristócrata, era un vividor, estaba en la ruina y para
salvar los muebles buscaba una rica heredera en las Américas.
Finalmente no pudo dar el soñado braguetazo. La heredera de la
segunda mayor fortuna del país volvió a sufrir una tremenda
desilusión amorosa.
En
esta época ya vivía en una mansión en el 962
Fifth
Avenue. cercana
a un apartamento en el duodécimo piso del 907
Fifth Avenue.
Posteriormente compró la octava planta del edificio Y es a partir de
aquí, me dice mi confidente, cuando se borra el rastro de nuestra
protagonista. No se ha vuelto a saber nada de ella. Solo ha
trascendido que desde sus fracasos amoroso y el grado de desconfianza
adquirida hacía su entorno vive aislada y el tiempo lo dedica a las
muñecas, en las que tiene invertidos una enorme fortuna. Sus
empleadas mantenían perfectamente plachados los vestidnos de estas
muñecas. Es, según Suzanne Pierre la pasión de Huguette.
Pienso
que de haber pasado siquiera una noche por el Café Society, tal vez
su vida hubiese cambiado para bien, y ahora sería una mujer quizá
menos rica o igual, pero, desde luego, mucho más feliz. Y es que los
impotentes, vividores y las muñecas, aunque estas no son culpables
de nada, no son lo más idóneo para la conseguir la felicidad de las
mujeres.
Caminando
por entre sus sombras Suzanne Pierre (a quién le han diagnosticado,
según ha explicado, una enfermedad a la que llaman Alzheimer), me
dice que Huguette ahora vive en los hospitales de Nueva York, no por
problemas de salud, sino por desconfianza hacía su familia y otras
personas. Piensa de ellas que el único interés que les mueve es
sacarle dinero. La he estado visitando con bastante frecuencia en el
Mount Sinai Hospital, y no hace tanto en el Centro Médico Beth
Israel.
Este
tipo tan elegante, cortes y educado estaba en el Café Society
perdido y hablando con un extraño. Pasada la medianoche le acompañe
a su casa. Cuando abandonamos el local Julio London cantaba Perfidia.
Suzanne Pierre vive en el 907 de la Quinta Avenida. Ahí nos
despedimos. Algo nostálgico me fui en busca de Maxine.
Cuando desperté esta mañana sentí su cuerpo desnudo a mi lado.Busqué la humedad de su entrepierna y entonces ella se estremeció mientras ponía en tensión todos sus músculos y dejaba que me deslizara sobre su vientre. Hoy se ha tomado el día libre.
Cuando desperté esta mañana sentí su cuerpo desnudo a mi lado.Busqué la humedad de su entrepierna y entonces ella se estremeció mientras ponía en tensión todos sus músculos y dejaba que me deslizara sobre su vientre. Hoy se ha tomado el día libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario